PAÍS LIBRO

Autores

j. figueroa campos

ébano

Era un día de junio de 1859. Un momento antes todo había sido alegría y buen humor en la fiesta campestre. Ahora una estúpida discusión que no se sabía exactamente cómo había comenzado, acababa de terminar con un trágico preludio, promesa de algo más grave. Dos hombres se miraban fijamente. Los dos estaban pálidos; mucho más Jorge Cañizares, porque en la mejilla izquierda de Raúl Sicuesa acababa de florecer un rojo rosetón dejad, allí por la mano de Jorge. Pasaron los segundos sin que Cañizares pronunciara una palabra y sin que Raúl replicase a la ofensa. En torno a los dos hombres, un ancho círculo de concurrentes a la fiesta iba retrocediendo hacia los carruajes que aguardaban en el prado. Sólo otros tres hembras se acercaron para contener a los que hasta unos minutos antes eran amigos y ahora se miraban como enemigos.