PAÍS LIBRO

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honore howard

el collar de la sultana

ERA maravillosa delicia contemplar los bien cuidados arriates del Parque de Battersea en aquella radiante mañana de mediados de abril, exageradamente espléndida para la época y para Londres. Empero, el muchacho con uniforme de botones que se hallaba sentado en uno de los bancos públicos, teniendo un olvidado paquete junto a sí, no denotaba conceder la menor importancia al alarde de vistosas corolas y suaves fragancias pródigamente desplegado por jacintos, alhelíes, geranios, rosas y una multitud más de flores de muy variados matices y aromas. No parecía tener ojos más que para devorar ávidamente la terrorífica lectura del libro de cubierta chillona que tenía entre sus manos, hasta tal punto absorto, que no se acordaba de chupar el grueso caramelo arrinconado en un lado de su boca, el cual hacía proyectarse hacia fuera la mejilla correspondiente, simulando un gran flemón.