la amazona de daumier
El sol estaba ya bajo sobre París, pero todavía no llegaba al punto de dorar los muros y de niquelar el Sena. No. De momento, el Sena era verde, sombrío, de un verde que lo hacía profundo, sin reflejos, un poco misterioso y vistas desde el puente de la Tournelle, las fachadas de la isla, de San Luis, altas, estrechas, plantadas sobre el muelle como sobre un zócalo, parecían bañadas por una purísima luz blanca. El viento olía a agua fresca.