sin códigos
Cuando el pecado habita la mente El taco impacta la bola blanca, con tal maestría que la hace girar con un calculado movimiento, que termina con un premeditado segundo choque sobre la bola tres, que debiendo ingresar por la abertura señalada, rosa el verde borde afelpado y toma rumbo equivocado, golpeando otras esferas de marfil que miraban expectantes. Con tranquilidad, sonriendo y sin mácula de frustración, toma la tiza, terrón de azúcar azul, y con parsimonia comienza a frotarlo sobre la punta del palo. El mensaje es claro: «No importan los desaires, los fracasos o las derrotas, siempre habrá nuevas oportunidades si uno insiste en mantenerse tranquilo en el juego, porque al premio, siempre alguien se lo lleva».