PAÍS LIBRO

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gordon lumas

el hombre que nunca volvió

El parador era poco más de una choza en medio del páramo calcinado por el sol. Detrás del parador estaba el establo. Podía decirse que el alojamiento de los caballos era más lujoso y confortable que el de los hombres.A corta distancia crecían los matorrales de espino, la hierba reseca que se extendía durante millas, hasta que empezaba a verdear en las proximidades de la escuálida corriente de agua conocida como Arroyo Cruces.