damián
Estábamos sumidos en la tragedia, éramos dos almas intranquilas y rotas. No existía tal cosa como repararse. Sobrevivíamos, existíamos. No vivíamos… Hasta que caímos en ese juego peligroso del consuelo, de las noches perpetuas en brazos del otro. Las heridas empezaron a resurgir, se adherían entre ambos y nos marcaban. Solos, vacíos, y con fantasmas vigilando siempre. Él no respiraba y yo anhelaba ser su aire. Pero... Mi corazón ya no latía, yo solo moría… Lenta, muy lentamente. Creímos tenerlo todo bajo control, pero cuando nos dimos cuenta, ya era demasiado tarde.