dos mil onzas de oro
Eran las diez de la noche. Los reclusos descansaban. Los celadores rondaban por los pasillos manteniendo su acostumbrada vigilancia. Reinaban la tranquilidad y el silencio. Nada hacĂa suponer que iba a figurar aquella noche como fecha memorable en los anales de la PenitenciarĂa del Estado de Arkansas.