ojo siniestro
LA taberna no estaba llena, pero sí daba la impresión de estarlo, debido a que tres de los parroquianos se encontraban en avanzado estado de embriaguez y armaban bastante escándalo. Por fin, el tabernero se decidió a echarlos a la calle y aquello pareció recobrar un poco la tranquilidad. Billy Koo se apoyó en el mostrador y pidió otro «whisky» con agua, mientras encendía un cigarrillo, que tiró después de la primera chupada. Por todo el local, un bar de segundo orden, flotaba el humo del tabaco y el olor penetrante del alcohol. El telón del aparato de televisión presentaba las últimas imágenes del partido de «base-ball», porque ya se estaba haciendo de noche. El gran bateador negro Santos se preparaba para jugar, ya en su puesto, moviendo las caderas. El marcador estaba al rojo, ya que era el noveno «inning» y los contrarios habían eliminado dos buenos bateadores. Más con las tres bases ocupadas, Santos, si no fallaba, podía decidir el partido.