persecución obsesiva
El hombre estaba sentado en una butaca de la habitación fumando un largo cigarrillo emboquillado. Preguntó: —¿Sabes por qué se te ordenó que cultivaras su amistad, Gina? Gina Costello estaba de pie, ante el espejo del tocador, terminando de dar unos toques graciosos a su peinado alto, moderno. Era una mujer de factura exquisita. Bien proporcionada, de líneas perfectas, esbelta, grácil y estilizada. Una belleza mediterránea; morena, de ojos negros, nariz breve y respingona, barbilla dividida por un gracioso hoyuelo, que se acentuaba al reír.