beirut, 40º a la sombra
Aquel chico era un enamorado del amor. Algo así como la propia quintaesencia del más maravilloso de los sentimientos que puede motivar la trayectoria del hombre. Cosa fina, que se dice ahora. Y poético… ¡cosa mala! Ellas se rendían ante sus atributos de Apolo, pero sobre todo, frente a la sensibilidad insinuante de su dulce retórica… Cosa fina, sí. Elena Monroe, que entre otras cosas se acababa de quitar el sujetador que dominaba la explosividad de sus pechos guerrilleros, cuyas menudas coronas tostadas se habían disparado hacia los labios del hombre como un par de misiles eróticos… lo escuchaba embobada, como en éxtasis.