virginia city
UNO de los más fabulosos cresos de la ciudad de la plata, hacia el año 1863, era H. W. Mackay. Había aparecido un día inadvertidamente como otros muchos que llegaban a diario y durante un poco tiempo su presencia no se hizo destacar, pero rápidamente su nombre empezó a sonar repetidamente. Zascandileaba mucho por todas las minas más importantes, estaba siempre en primera fila cuando se anunciaba algún nuevo filón y poseía acciones de todo agujero que era abierto en la falda del monte o en sus alrededores.