un premio para un valiente
El día acababa de romper, indeciso, opaco, sombrío, con un cielo plomizo que se oponía tenaz a que la luz de la mañana se esparciera por el valle, en tanto la densa y devastadora cortina de agua que había caído durante toda la noche, producto de una de las escasas tormentas que se desarrollaban en aquella parte del sudeste de Texas, seguía descendiendo implacable, como si todo el agua que estaba destinada al Estado durante el año la hubiesen enviado desde las nubes aquella noche, para desolación y desesperación de muchos habitantes de la comarca.