PAÍS LIBRO

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fidel prado

un pistolero de pega

El día era francamente maravilloso. El sol lucía con bastante fuerza en un cielo purísimo de color azul turquesa y el aire, aunque cálido, transportaba a lo largo y lo ancho de la pradera ese efluvio acariciante de las flores silvestres, del romero, de la artemisa y de tantas plantas distintas en plena floración. Un cansado jinete discurría por la polvorienta senda en la que de vez en cuando algún árbol frondoso se alzaba al borde del sendero y ofrecía por un momento la grata sombra de sus tupidas ramas.