un legado venenoso
La muerte había sorprendido a Jones Millard sin poder decir sus últimas palabras. Andaba delicado él, que siempre fue un roble al parecer imposible de abatir y un mal día, al intentar levantarse del lecho, se vio sorprendido por un ataque de hemiplejía que le imposibilitó mover todo un lado y además, le dejó sin hablar. Su sobrina Laura fue la primera en descubrirle caído al pie del lecho, con la boca torcida, el brazo encogido y los ojos inmensamente abiertos, mirando de una manera que la muchacha se sintió sobrecogida de pánico.