trece a la mesa
En uno de los arrabales de la parte Oeste de Londres, y casi en un descampado, pues las construcciones más cercanas, se encontraban a unos doscientos metros en derredor, se elevaba una casona destartalada, construida de ladrillo rojo, que la acción del tiempo había descolorido en fuerza de azotar sobre, su fábrica el aire y las lluvias durante años y años. El viejo caserón constaba de una sola planta habitable, ya que la parte superior poseía únicamente unos desvanes, a los que rara vez ascendía su propietario, y muy pocas veces el viejo matrimonio que le servía. Este edificio debió ser obra de un arquitecto empírico o poco ingenioso, pues el plano interior era de lo más absurdo que se conocía.