PAÍS LIBRO

Autores

fidel prado

sangre y oro en la ruta

El muchacho se llamaba Stan Linton, contaba poco más de veintisiete años, era alto, flexible, espigado, curtido como una piel de carnero en manos de un pastor y duro como el pedernal cuando había necesidad de demostrar un temple poco común para hacer frente a toda clase de adversidades.