san antonio de texas
SETH Hockley, dándose aire con las alas de su polvoriento sombrero para ahuyentar las pegajosas moscas que zumbaban en torno a él, se adentró por la populosa calle de San Antonio, arrastrando sus pesadas y altas botas por la espesa capa de cieno molido de la calzada, echando intensas ojeadas a derecha e izquierda.