pony california expres
ERAN las diez de la mañana de un claro día de verano, cuando Bill Roock, “Dos Pistolas”, cruzaba tranquilamente a caballo por una de las principales calles de Prescott, en Arizona. Iba a seguir de largo en busca de una buena posada donde descansar de su largo viaje, cuando al volver la cabeza, descubrió un edificio de aspecto arquitectónico bastante dispar con el resto de las construcciones y observó que, ante la puerta, se agolpaba un grupo de gente tratando de leer algo que se hallaba pegado a la pared.