perdón
Max Pogge, el célebre ladrón de alto copete, a quien toda la Policía metropolitana de Londres buscaba con ahínco, se aburría soberanamente a muy poca distancia de Scotland Yard, donde todos los agentes a las órdenes de míster Jergenson se afanaban en encontrar una pista segura que les condujese hasta el celebérrimo estafador, por cuya captura había ofrecido el ministro de Asuntos Interiores cinco mil libras.