mischa el indómito
Mischa Shapley se levantó con violencia del asiento que había ocupado durante bastantes horas, y con el rostro descompuesto, los ojos brillantes y la boca torcida por la rabia, bramó: —¡Por todos los diablos del infierno, señor Dillon...! ¿Es que tiene usted firmado un pacto con Satanás para ganar siempre? El llamado Dillon, un ranchero flemático, socarrón, de rostro simpático, pero con rasgos de una dureza que acreditaban en él al hombre acrisolado en el duro ambiente del Oeste, recogió los desparramados naipes con parsimonia, y sin hacer mucho caso del gesto agresivo de su contrincante de juego, repuso calmosamente: —Espero que no querrás decir que hago trampas.