mi vida empieza mañana
Felipe echó un rápido vistazo al modesto equipaje que el mozo acababa de depositar en la redecilla de la litera y, tras asegurarse de que todo estaba en orden, entregó un billete de cinco pesetas al empleado y le despidió con un gesto nervioso. Luego levantó el cristal de la ventanilla y, acodándose en la jamba, paseó su mirada aguda por el andén.