PAÍS LIBRO

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fidel prado

los diablos de la montaña

Jocy Lavine, estrujando entre sus nervudas manos el tosco pliego de papel que uno de sus peones había encontrado clavado en la puerta del rancho, leía y releía el contenido de la misiva y una terrible rabia, mezclada con una buena dosis de temor, se había apoderado de él. La misiva, sin firma alguna, aunque no hacía falta dicho requisito para saber de quién procedía, decía...