la ruta de santa fe
La bola roja del sol, se dejó entrever entre un bajo lecho de nubes encendidas en púrpura. Aún no había desmelenado la cabellera de sus dorados rayos y ya se presentía el martirio que iba a derramar sobre la tersa llanura, en cuanto subiese un poco en su carrera y dejase borrado el lecho de nubes de donde se desperezaba jocundo y abrasador. Apenas la luz solar se derramó por la llanura, Nat Warren, que apenas había dormido, preocupado con la crítica situación, no sólo suya, sino de los supervivientes de la mermada caravana, se sentó en el borde de la desvencijada carreta, con las recias piernas colgando en el vacío y de modo inconsciente llevó la mano al bolsillo, extrajo su negra pipa y quedó vacilando sin saber qué hacer con ella.