la que vendió su amor
El señor Cabarrús, encerrado en su despacho de la gran fábrica de hilaturas «El Airón Blanco», se dedicaba nervioso a ordenar un inmenso montón de papeles que había extraído de su caja fuerte, del clasificador que se erguía junto a su mesa de trabajo y de los cajones de ésta, abiertos y en completo desorden.