la muerte juega a las damas
AQUELLA tarde dominguera de Ășltimos del mes de mayo, la taberna de Jack Carey, en Yermo, del Estado de California, estaba atestada hasta la puerta. Como de ordinario, Sol Totter y Doc Blair, ambos peones de dos equipos distintos de la cuenca, estaban jugando su acostumbrada partida de damas, una partida que ya se iba haciendo interminable, porque cada domingo, tras un derroche de facultades, de tanteos, de jugadas efectistas y de ataques violentos, solĂan terminar en tablas.