la ley del colt
El tableteo de los Colts al estallar secos y rabiosos, empezaba a ser recogido por las estribaciones del Monte Hoad y las cortadas, turbado el silencio augusto que reinaba en ellas aquella tarde de pleno verano, escupían los estampidos, haciéndoles rebotar sobre sus duras paredes, para multiplicarlos en docenas de ecos que hacían más impresionante el tiroteo. La cuadrilla de Jake Lamb, acosada fieramente por los rurales desde Dallas, se batía en retirada buscando seguro refugio en las fragosidades del monte y defendíase fieramente contra el acoso persistente de los policías que, decididos a darles alcance, llevaban un montón de horas pisando los talones al temible y célebre forajido.