gran trunk pacific
ARRASTRANDOSE como un auténtico topo por el hueco de la estrecha mina socavada en la roca viva para profundizar en el corazón de la ingente mole roquiza y poder colocar los barrenos eficientemente, Alan Bolays surgió a la luz de la mañana suave y gloriosa, con el enmarañado cabello polvoriento, las descuidadas barbas que no se rasurara desde hacía más de un mes, con una costra de tierra húmeda que formaba pegotes pringosos junto a sus labios a causa del sudor, y su destrozada camisa de franela, que un día fuera a grandes cuadros azules con franjas rojas, convertida en un verdadero guiñapo.