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fidel prado

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Entre Ocean Drive y el Lexington Boulevard, justamente al final de la estrecha aguja que formaba la aguda caleta llamada Cayo del Oso, en el borde de la Bahía de Corpus Christy, se erguía una bonita villa de rojo ladrillo, de dos plantas, rodeada por una blanca y alta empalizada y en el centro de un vano, donde los árboles frutales casi ocultaban la traza del edificio. Este poseía dando cara al mar, un amplio balcón volado muy saliente, descansando en artísticas vigas de oscura madera labrada y sombreado por un gran toldo de lona, que en los días de fuerte sol repelía la lumbrarada de éste y hacía del balcón un lugar encantador, pues desde allí se podía abarcar hasta donde se perdía la mirada, la tersura azul de la bahía y el ir y venir de las gabarras y barcos de carga, que en constante movimiento iban y venían cargando mercancías y ganado, para México o diversos lugares del litoral del Golfo.