el tigre de laguna roja
La mañana había amanecido fría y áspera. El cielo, de un gris plomizo, extendía su denso manto de nubes sobre las cresterías de la Meseta Negra y un viento crudo y cortante arrastraba a las veces, agudos copos de nieve arrancados de la sierra, donde la masa blanca caía espesa, formando como un velo tupido que cortaba bruscamente la inmensidad del paisaje. Por la estrecha y accidentada garganta del “Cañón de Kams”, en la parte Norte de Arizona, casi rayando con la divisoria de Utah, avanzaban dos jinetes reciamente envueltos en sus mantas de viaje y con la amplia ala de sus sombreros caída hacia los ojos, para resguardarlos de las tolvaneras de polvo y arena que como un invisible látigo flagelaba el fondo del cañón.