el testamento fatal
HORACIO Westley era un anciano notario, que si bien no había adquirido un gran renombre en su profesión, en cambio logró hacerse con una bonita clientela que le permitía vivir con bastante desahogo y hasta sostener en su despacho un ayudante no mal retribuido y un muchacho para abrir y cerrar la puerta a los clientes y llevar cartas o trasladar documentos al Palacio de Justicia, cuando el caso lo requería.