PAÍS LIBRO

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fidel prado

el sol de texas

La mañana era hermosa, una de esas mañanas primaverales, en las que el sol de Texas parecía una rosa de fuego prendida en un palio azul intenso. La alegría del sol prendía no sólo en el ambiente, sino en la sangre; era como un revulsivo de alegría que avivaba el dinamismo y encendía en los labios risas cascabeleras cuyo tintineo se captaba por todas partes. Recostado sobre uno de los pilares de la amplia plaza, Abraham Osako fumaba con displicencia y erguía la cabeza mirando al cielo.