el paso de la muerte
Dashiel Quint había ido a parar a Needles, aquel poblado del Este de California, a escasas millas de la divisoria de Arizona, como podía haber ido a parar al infierno de cabeza, sin que allí se hubiesen sentido muy extrañados de su presencia. Porque Quint poseía el embrujo de emular al Judío Errante, y no precisamente por su gusto, pero sí por su temperamento impulsivo y la poca paciencia que le había tocado a la hora del reparto.