dos tenían que morir
Lie GRANGER no realizó ninguna buena acción al abandonar a su mujer y su hijo para buscar oro en Californio, a donde nadie le había llamado Lie sabía que, de los que emprendían aquel camino, lo mitad volvían ricos, y la mitad muertos. Y él, claro está, soñaba con engrosar el número de los ricos. Pero engrosó el de los muertos. Ningún lector se sorprenderá ante esto, pues es sabido, que entre los fiebres y epidemias de la Humanidad, lo del oro, ha sido una de los que más víctimas ha causado. Pero que fuesen los propios compañeros de Lie los que matasen a éste ya no es tan frecuente. Y lo es menos que, años más tarde, su hijo supiese los nombres de aquellos dos asesinos. DOS TENIAN QUE MORIR: Estas palabras pasaron a resumir la vida del joven Granger a partir de aquel momento. Sus pistolas siguieron implacables el rastro y todo su anhelo consistió ya en encontrar a la distancio del tiro, y sin obstáculos de por medio, a los dos que TENIAN QUE MORIR