cuadrilla de bandidos
Aquella tarde de principios de primavera, Cherri Stuart, después de franquear el Río Nueces, en su confluencia con el Pecos, caminaba por un pino y estrecho sendero bordeado de setos espinosos, que le obligaban a renegar a media voz de tan inhóspito paisaje, pues “King”, su magnífico caballo ruano, un soberbio animal de patas finas pero poderosas, ancho y dilatado pecho y cabeza coronada por una espléndida mata de crin, veíase precisado a caminar con precaución para proteger sus brillantes flancos y no dejar parte de la piel en aquel traicionero mar de espinos.