carne de látigo
EL EMPIRE atracó a uno de los muelles de Nueva Orleans, donde el tráfico de vapores y mercancías era bullicioso y mareante. El hermoso barco que había realizado una feliz travesía a lo largo del curso del Mississippi, se balanceó gracioso al ser batido por el agua mientras cuarteaba para acercarse de proa al muelle y multitud de ociosos o descargadores siguieron con curiosidad la maniobra de la nave que llegaba cargada de pasajeros. En cubierta, afianzando sus manos poderosas en el hierro de la barandilla, David Ellington miraba con curiosidad el movimiento reinante en los andenes del muelle.