PAÍS LIBRO

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fidel prado

cara cortada

INCLINADO violentamente Kid Dixon sobre el duro asiento de su ligera y fina canoa de corteza de abedul, sobrecargada de agua hasta amenazar con hundirse en la turbulenta y fangosa corriente del rio, se irguió un momento con angustia, y echando un profundo vistazo hacia adelante, al amparo de una de las innumerables centellas que surcaban el denso y negro manto del cielo, abarcó ambas orillas. Si no se había despistado con la terrible tormenta eléctrica que venía persiguiéndole, Colorado abajo, desde que saliera de Pembina con rumbo a la Colonia, debía hallarse muy cerca de Fort Garry; y aunque, por un lado, agradecía la tormenta que podía protegerle para ayudarle a desembarcar sin ser descubierto, por otro, la impresionante oscuridad que reinaba en el río amenazaba con lanzarle de modo inopinado contra las escarpadas y altas orillas, haciendo zozobrar su barca y poniéndole en terrible peligro de perder la vida.