PAÍS LIBRO

Autores

fidel prado

amarga lección

PHILIP Manderson, sentado tras la mesa de su despacho, con los codos clavados en el tablero y el recio mentón sujeto en las palmas de sus grandes y callosas manos, tenía su mirada fija en un retrato fronterizo, el retrato de una mujer rubia, linda, graciosa de líneas y severa de porte. Era el retrato de su difunta mujer, cuando contaba treinta y dos años y aún era una belleza que podía competir con las más jóvenes y bellas en cuanto atracción femenina.