PAÍS LIBRO

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fidel prado

al amparo de la ley

Lilly se apretó a la esbelta cintura el cinto de cuero que un día perteneció a su marido y aflojó la tapa de la funda que encerraba el Colt 45, también propiedad del difunto. Temía que le hiciese falta ponerlo a la luz del sol e, incluso, hacer uso de él, y estaba decidida a no vacilar en accionar el dedo sobre el gatillo. Lilly era una muchacha que no excedería de los veinticinco años; de una estatura que casi sobrepasaba la normal en una mujer bien proporcionada; aunque, por fortuna para su bonita estampa se había quedado en la altura justa y proporcionada al resto de su persona.