la señorita leopardo
IBA cesando la tormenta. Tim Merson salió del refugio que le sirviera de cobijo entre el agrietado roquedal y, montando en su ruano, dirigióse al rancho. La temperatura era fría y el viento norteño se calaba en los huesos. A poco de andar se detuvo. En el suelo, cubierto de nieve, se veían las pisadas recientes de varios caballos y aquello le extrañó, porque por allí solía frecuentar poca gente. Después de corta vacilación, continuó la marcha. Llevaba el rifle enfundado y le desató las hebillas del cierre de cuero.