gansters en el oeste
EN la desembocadura del río Columbia fondeó el vapor “Vaeteig”, procedente de Mozambique. Entre los pasajeros venía Walter Handers. Este hombre, de unos cincuenta y cinco años de edad, regresaba a su patria después de permanecer en el África durante mucho tiempo. Al bajar a tierra cargado con su maleta y un pequeño saco de viaje, se le acercó un mozo de cuerda ofreciéndose para llevarle el equipaje. —Gracias —contestó el viajero—; pero bien puedo yo con todo.