el jinete relámpago
Através del arenal salpicado de plantas bravas y con las desigualdades de unas colinas que parecen montones de pimienta por el gris colorido que le presta el rojo sol, avanza un jinete a todo galope. Monta un caballo zaino, brioso y corredor, cuyos cascos apenas se asientan en el suelo. El jinete, con las riendas sueltas sobre el cuello de su corcel, gira de vez en cuando en la silla para disparar sus dos revólveres sobre media docena de individuos que le persiguen. Éstos son «ratas de la pradera», y aunque montan buenos caballos, ninguno puede compararse con el maravilloso zaino del fugitivo. Es un caballo de ardiente raza, delgados remos y perfilada cabeza. Todos sus movimientos denotan al animal de sangre indómita capaz de correr incansable durante todo el día.