sahara
La plateada luna africana enviaba sus argentados rayos sobre la famosa Kasbah de Argel, que Pepe Lemoko hizo tristemente célebre con sus aventuras amalgamadas, mezcla de gansterismo y bajos fondos parisinos. Por entre las abiertas celosías de sus muchos cafetines morunos, asentados en sus retorcidas callejuelas eternamente sucias, surgían aquella noche tediosas “nubas”, cadenciosos mambos y tal cual tonada andaluza, música árabe en sus principios.