que no se vaya nadie sin devolver la guita
A través de cada nuevo libro de Enrique Pinti podemos anticipar parte de lo que va a ocurrir en la República Argentina. Y no se trata de que este máximo monologuista tenga poderes de adivinación ni de que posea información secreta, sino que su análisis de la realidad pasa por un sentido que pocos poseen: el sentido común. El sentido común que no se deja obnubilar por el deseo o la fantasía. Sobre este punto, Pinti nos aclara que nunca permitió que sus opiniones fuera arrastradas por las ideologías en boga que vaticinaban la revolución a la vuelta de la esquina. Desde hace tiempo sabe que nuestro pueblo es mucho más complejo de lo que la mayoría supone. Él se ve a sí mismo y a todos nostros tal cual somos, y disecciona con mano firme a los políticos que siguen con su empecinado autismo frente a este derrumbe, a este horroroso presente cartonero, a este naufragio de toda la sociedad. Si observamos los cacerolazos, los escraches y los piqueteros cortando rutas, pensaríamos que figuras como Rodríguez Saa, Menem o De la Sota no podrían ser electos ni en un pueblito perdido de la selva misionera. Sin embargo, a pesar de todo lo que vemos, continúan encabezando las encuestas y es probable que uno de ellos sea el próximo presidente de los argentinos. Vivimos épocas de gran confusión donde casi nadie puede prever cómo será el día de mañana, y Enrique Pinti no es una excepción. Siento lo mismo que cualquiera de nosotros, pero intenta que pensemos juntos un futuro mejor para la gente. Pese a todo, en este libro logra destrañar algunos misterios nacionales, y lo hace con un lenguaje directo, con todo el poder de su ironía, son su legítima bronca deslenguada. Y con su compromiso de siempre.