por saber demasiado
El preso salió de la cárcel al anochecer. En la puerta, con un pequeño maletín en la mano, Aulnace Gilgan aspiró con verdadera fruición el aire libre. Atrás, a sus espaldas, quedaban seis años de encierro. Ahora, cuando iba a cumplir los treinta y dos, tenía por delante un futuro no muy claro: poco dinero y desagradables perspectivas de volver al lucrativo empleo que desempeñaba seis años antes.