PAÍS LIBRO

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clark carrados

ojos de fuego

Sonó un click, anunciador de que la conexión se había cortado. Ernie Smithers os reclinó en el asiento y encendió un cigarrillo, con aire complacido. Es verdad era que tenía motivos para sentirse satisfecho. A los treinta y tres años había logrado una clientela sólida y selecta, lo cual le auguraba un brillante porvenir en todos los sentidos.