PAÍS LIBRO

Autores

clark carrados

¡no te burles de la maldición!

De repente, Sholto Bould sintió que le dolía la cabeza. —Trabajo demasiado —se dijo. Tenía puestas las gafas que usaba para leer. Se las quitó, púsose en pie y dio unos cuantos paseos por el salón de su casa. —No está bien, no está bien que un hombre joven y soltero permanezca enclaustrado como un monje, sin asomar las narices fuera de su casa —dijo, hablando consigo mismo a media voz.