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clark carrados

matar por nada

Tengo la completa seguridad de que cuando Phil Wynter murió, hubo muchas personas que respiraron aliviadas, se regocijaron con su muerte e, incluso, no faltó quién se emborrachó más o menos en secreto, a fin de celebrar dignamente el acontecimiento. Por supuesto, yo no fui ninguno de ellos. No conocía a Wynter personalmente ni tampoco había tenido jamás la menor relación con él, de modo que en lo que a mí se refiere, su muerte me dejó frío, de la misma forma que a diario se cometen crímenes en Los Ángeles, y no por ello he de preocuparme por cada asesinato que se lleva a cabo. Para mí fue uno más, aunque por la personalidad del difunto, su muerte cobró cierto relieve durante algunos días.