PAÍS LIBRO

Autores

clark carrados

la muerte tiende una trampa

Shadd pegó un respingo al terminar la lectura. Casi de un modo maquinal, colocó la carta sobre un gran cristal de Bohemia que tenía en la mesa de trabajo. Las letras se desvanecían ya. Con ojos fascinados, Shadd continuó contemplando el papel, hasta que vio que empezaba a humear. Segundos más tarde, la carta no era sino un montoncito de cenizas. Harry Shadd temblaba convulsivamente de pies a cabeza. ¡Asesinar a Kenner!