la mina de los locos
Había acampado demasiado cerca del pueblo, pero no lo supo sino hasta la mañana siguiente, cuando, todavía sin salir el sol, franqueó la línea de bajas colinas a cuyo pie había pasado la noche. Entonces, Russ Stone se dio cuenta de que, con un pequeño esfuerzo más, quizá menos de dos kilómetros, podía haber pernoctado bajo techado y sobre una cama de mejores o peores condiciones, pero siempre más blanda que el duro suelo del desierto.