PAÍS LIBRO

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clark carrados

la diosa que lloraba sangre

Con ferocidad indescriptible, el asesino descargó un tremendo golpe en la cabeza de su víctima, que se desplomó al suelo con el cráneo destrozado, sin lanzar un solo grito. Indiferente a los últimos espasmos de la víctima, sin hacer el menor caso de la sangre que manaba abundantemente por la horrible herida, el asesino se acercó a la repisa donde estaba la joya y la contempló con ojos arrobados.